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Jony durante el partido.
Jony ilumina El Molinón
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Jony ilumina El Molinón

El extremo asume el protagonismo del partido y el exoviedista Aulestia fue el centro de las iras

Javier Barrio

Viernes, 16 de mayo 2014, 14:19

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Jony, extremo de corte tradicional, descarado y pegado a la cal, imparable con un metro de respiro e imberbe en el fútbol profesional, inflamó ayer El Molinón con su estreno. El estadio al completo, que le despidió con una sonora ovación en el momento de la sustitución, quedó prendado de su explosiva arrancada, su desborde y una zurda de francotirador. «Tenía muchas ganas de que llegase este día y fue un debut soñado. No puedo pedir más. Sabía que era mi momento y tenía que aprovecharlo», resumía el futbolista de Cangas del Narcea, autor del primer gol. «Se me ponían los pelos de punta en la sustitución. No daba crédito», confesaba.

La escena en la que se producían esas declaraciones tenía un duro contraste. Cabizbajo, a escasos metros de Jony, pasaba Aulestia, quien, con un 'click' en su cuenta personal de Facebook premiando una invitación a la lesión de Scepovic, encendió todavía más la furia de El Molinón contra su persona, recordada por aquella polémica celebración de 2009 con el Oviedo. Con un protagonismo muy distinto al del extremo del Sporting, los silbidos y reproches le persiguieron durante toda la jornada.

En los instantes previos al inicio del espectáculo, antes de que Jony empezase a hacer de las suyas y Aulestia sufriera la ira del sportinguismo, El Molinón se vistió de gala para homenajear a Alejo Caso con un espectacular tifo de Ultra Boys ubicado en el fondo Sur del estadio, con el rostro del inolvidable guardián del coliseo incrustado en el centro. «El Molinón llora. Su hijo no está», lucía el mensaje que volaba por encima de su silueta. En el palco, sus hijos, Alejo y Pablo, agradecían el cariñoso recordatorio.

El partido comenzó con un Sporting muy distinto, más directo, conservador por momentos y con mucho peso de las bandas. La grada, paciente, esperaba a que el encuentro madurase. Tragó, eso sí, una cantidad importante de saliva con la jugada anulada a Quique de Lucas. No era un partido especialmente vistoso, pero el corazón se encogía y estiraba en cada acción. No había tregua. Los aficionados se levantaron del asiento, poco después, con el fuera de juego de Scepovic. Y aplaudieron a rabiar la primera ofensiva de Jony, letalmente desequilibrante en sus movimientos.

El Sporting se iba adueñando del partido poco a poco. Pero, en lo mejor, sentó como un doloroso sopapo el extraño gol de De Lucas, que contó con la complicidad arbitral de Latre Santiago, especialmente severo con los rojiblancos y, con permiso de Aulestia, que no tenía rival en ese aspecto, centro de las iras de El Molinón.

Apareció otra vez Jony para iluminar el día. Una arrancada de sus potentes piernas fue acompañada por un derechazo que astilló el poste, superó a Aulestia y devolvió la ilusión al sportinguismo, desmelenado para la ocasión. «Le pegué con todas mis ganas, aunque no era mi pierna buena», reconocía, totalmente agradecido a Abelardo por la oportunidad: «Gracias a él estoy viviendo este momento. Es el que apostó por mí, tanto él como Gerardo (Ruiz), Iñaki (Tejada) e Isidro (Fernández». El partido quedaba muy vivo con su gol. La grada, también.

Algo más tibio fue el comienzo de la segunda mitad en la grada. Solo Jony ponía en pie al estadio. Seguía con su particular tortura a Ferreiro y Ortiz, dependiendo de con quién se cruzase, cada vez que entraba en contacto con el balón. El Molinón se sacudió definitivamente los nervios con el gol de Lekic, al que asistió Santi Jara. Y hurgó en la herida de un cabizbajo Aulestia. Ni Latre Santiago, que expulsó a Guerrero de forma rigurosa en dos minutos, pudo apagar ya la llama festiva del estadio, que pudo ver como Aulestia se disculpaba con un apretón de manos con Scepovic tras el pitido final.

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