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Quini, adiós a una leyenda

Quini, adiós a una leyenda

Lideró al mejor Sporting de la historia, marcó una época en el fútbol español y tras retirarse, sus cualidades agrandaron su figura hasta convertirse en un icono

ALBERTO DÍAZ GUTIÉRREZ, Miembro del Centro de Investigaciones de Historia y Estadística del Fútbol Español

Domingo, 4 de marzo 2018, 04:32

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Para que Enrique Castro González, ‘Quini’, (Oviedo. 23-9-1949), pudiera llegar a adquirir la categoría de ídolo atemporal que venía disfrutando hasta su reciente fallecimiento, tuvieron que darse un cúmulo de circunstancias. Su figura, venerada lógicamente en Asturias, era admirada, querida y respetada por el resto de aficiones de España, trascendiendo incluso lo puramente futbolístico, pues concitaba el cariño de mucha gente que no era seguidora de este deporte. Nacido en la capital del Principado, aún niño se había trasladado a Avilés, concretamente al poblado de Llaranes, ligado a la empresa siderúrgica Ensidesa, donde trabajaba su padre (exguardameta del que heredó cierta querencia bajo los palos y el sobrenombre que lo acompañaría siempre).

Comenzó jugando al fútbol en Avilés como extremo izquierdo, primero en el Savio y después en el Bosco Ensidesa juvenil (alternando actuaciones con el cuadro de Segunda Regional y el de aficionados), para pasar a defender la camiseta del primer equipo siderúrgico mediada la campaña 1967-1968. El convenio de colaboración firmado con el conjunto avilesino permitió al Sporting hacerse con los servicios de su hermano, Castro, mientras Quini permanecía una temporada más enTercera División, convertido ya en un interior derecho de formidable pegada. Su incorporación a la primera plantilla rojiblanca estaba cantada y en diciembre de 1968 se hizo realidad.

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Su llegada al Sporting dio otro aire a la delantera gijonesa. Alineado como interior de enlace o bien en el vértice del ataque, Quini mostraba unas condiciones magníficas que fue reafirmando partido a partido. Rematador nato, tanto con ambos pies como con la cabeza, jugaba el balón con facilidad y se movía por una amplia zona, ofreciéndose como apoyo al mediocampo. Mortal en el área, siempre bien situado a la espera del balón, sabía no obstante desenvolverse en la jugada individual merced a un bagaje técnico nada desdeñable. Fue creciendo como jugador al tiempo que el Sporting lo iba haciendo como entidad, logrando el éxito en las categorías inferiores de la Selección antes de alcanzar la internacionalidad absoluta, que disfrutaría durante trece años de forma ininterrumpida.

Espectaculares voleas

Consolidado en Primera como el mejor goleador del panorama nacional, la afición rojiblanca disfrutó con las evoluciones de un futbolista único. Se recuerdan con admiración sus espectaculares voleas, sus remates de cabeza incontestables, su fabulosa capacidad de desmarque y, en fin, su calidad de jugador total.

Sin duda, el hecho de que fuera un goleador de referencia en el fútbol nacional pese a jugar en un equipo modesto, le hizo ganarse las simpatías del público. Algo a lo que contribuyó también su imagen de persona normal, cercana, accesible (eran habituales las fotos de ‘El Brujo’ rodeado de niños antes del comienzo de los partidos). De carácter afable y extrovertido, su bien ganada fama de bromista era legendaria.

El Barcelona lo fichó a punto de cumplir los 31 años tras casi una década suspirando por él (algo inconcebible hoy día, pero factible entonces merced al derecho de retención imperante). En el equipo catalán logró diversos títulos y la casualidad quiso que sus goles privaran al Sporting de una Copa del Rey, algo que en Gijón le acarreó algún que otro disgusto.

En la Ciudad Condal sufrió un absurdo secuestro –1 de marzo de 1981–, en un momento clave de nuestra Transición, en una España convulsionada por el terrorismo y con el intento de golpe de Estado todavía reciente: Tejero entró pistola en mano en elCongreso de los Diputados solo una semana antes, el 23 de febrero.

Durante veinticinco días, la sociedad española vivió las noticias de su cautiverio con el corazón en un puño. Su liberación iba a suponer casi una catarsis colectiva nacional. A partir de entonces, su popularidad iba a adquirir tintes insospechados, sucediéndose acontecimientos que encumbrarían todavía más su figura, y en donde lo humano iba a influir más que lo futbolístico.

Su decisión de perdonar públicamente a los secuestradores –que terminaría enfrentándolo con la directiva barcelonista–, su salida del club azulgrana tras un ‘accidentado’ partido homenaje con un Camp Nou semivacío, para terminar regresando al club de sus amores.

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Y ya en su etapa final sportinguista, el rasgo que la define (aunque esto se inició casi inmediatamente después del secuestro), son los agasajos al jugador. Que se multiplican. Por parte de los propios equipos rivales. Una fotografía con el once del equipo contrario, una placa de reconocimiento por parte de su capitán… Y, a medida que menguaba su participación con el equipo rojiblanco, aumentaban las invitaciones para participar en partidos de homenaje a exjugadores, árbitros, etc. Todo el mundo quería la presencia de Quini. Y, por supuesto, cuando ocupaba plaza en el banquillo y el Sporting visitaba cualquier campo se vivían situaciones surrealistas. La propia grada reclamaba al banquillo gijonés la participación del jugador.

Y para terminar, el partido homenaje, y frente al Real Madrid nada menos –después de las polémicas de los años setenta–, pues las directivas de ambos clubes siempre habían mantenido excelentes relaciones.

Lo siguiente es bien conocido. Tras una época ausente, continuaría ligado a la entidad durante muchos años como delegado, auténtico embajador del Sporting.Viajando con la plantilla, seguía siendo requerido por los medios de comunicación y por los aficionados rivales, firmando más autógrafos que cualquiera de las estrellas rojiblancas del momento. Vivió momentos difíciles cuando la enfermedad le golpeó, momentos en los que volvió a ponerse de manifiesto el cariño y admiración que se le profesaba. Salió del trance y seguía en la brecha, ya como encargado, desde 2015, de las Relaciones Institucionales. Se fue demasiado pronto.

Fue el emblema del Sporting. Su embajador. Lo será siempre.

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