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Babin, que reaparecía después de días fuera de la convocatoria, despeja un balón ante Aquino.

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Babin, que reaparecía después de días fuera de la convocatoria, despeja un balón ante Aquino. ARNALDO GARCÍA
Sporting

El Sporting se espesa en Miramar

Los rojiblancos, poco fluidos en su ofensiva, empatan ante un corajudo Racing | Rubén García disputó los noventa minutos y Babin, la segunda mitad, en un partido muy atascado y que se activó con dos goles de penalti

JAVIER BARRIO

LUANCO.

Jueves, 10 de agosto 2017, 02:37

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Aumentó su kilometraje el Sporting en un exigente simulacro de fútbol en Miramar, con Manuel Preciado en la memoria del inicio del espectáculo, ante un bravo Racing de Santander, que no se achicó por la diferencia de categoría que media hoy en día entre ambos equipos. Resultó un partido tosco y poco brillante para el ojo del aficionado, en buena medida por los laboriosos futbolistas cántabros, pero un buen ejercicio en definitiva para completar este corto esprint final hasta la temporada. El sábado, ante la Real Sociedad, se verá una medida más sincera de dónde está este Sporting de Paco Herrera, que manifiesta síntomas prometedores, aunque ayer se levantó espeso de la siesta y se encasquilló en su laboratorio de fútbol.

Sporting

Diego Mariño; Lora, Juan Quintero, Barba, Canella; Álex Bergantiños, Sergio; Carmona, Carlos Castro, Rubén García; y Scepovic. (en la segunda parte jugaron Whalley; Lillo, Babin, Juan Rodríguez, Isma López; Cristian Salvador, Nacho Méndez; Rubén García, Pedro Díaz, Moi Gómez; y Borja Viguera).

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Racing

Raúl; Gándara, Paco Regalón, Gonzalo, Julen; Óscar Fernández, Granero, Rivero, Heber; Matías y Aquino (también jugaron Sergio Ruiz, Javi Cobo, Puras y Pau).

  • Goles 0-1: m. 56, Heber, de penalti. 1-1: m. 75, Viguera.

  • Árbitro Víctor Areces Franco, de la Delegación de Avilés. Sin amonestados.

  • incidencias Miramar. 3.054 espectadores. Se guardó un minuto de silencio en recuerdo de Manolo Preciado, técnico de ambos equipos.

Ya no fue demasiado lúcida la primera mitad, deshuesada y con poca chicha en ataque. Al Sporting, destemplado por un disciplinado rival, le costó entrar en calor. El Racing compareció en Miramar con ánimo de embestida al aroma del relajo. Atornillado en su campo, se entregó a cultivar la solidez defensiva y a no descoserse, buscando el aire a la espalda de la defensa.

Por ahí, el equipo de Paco Herrera dio más carrete a la pelota y sitió a los cántabros en su terreno, pero sin llegar a sonrojar al exrojiblanco Raúl Domínguez, al que no pudieron dar las luces los delanteros en ningún momento. Hubo, eso sí, algún amago de agobio para el portero. Siempre con la misma firma. A Rubén García se le iluminaba la bombilla con frecuencia para desgracia de Gandara, forzado a jugar más con los brazos que con los pies. A un centro del valenciano, vertical y juguetón, no llegó por medio segundo Castro, que ya se relamía.

El técnico catalán envidó con un bloque sin mucho fogueo, con bastante candidato a la titularidad, y la variación de un dibujo que se acercó más por momentos al 4-4-2 con Scepovic y Castro en la punta de lanza, aunque alguno de los dos se descolgaba en la presión. Pero lo que hizo que torciera el morro Herrera fue el fútbol plano que ofrecieron sus jugadores en la construcción. Tocaba y tocaba su equipo, pero detonaba poca artillería en campo rival, donde naufragó ayer el Sporting, pecando de previsible en sus estampidas y evidenciando, también es verdad, el cansancio de una semana bastante cargada en el aspecto físico.

Entre tanto manoseo de balón rojiblanco, sin profundidad, el Racing replicó con malas pulgas en un par de alegrías en ataque que se permitió y que silbaron cerca de Mariño; una en una buena actuación de Heber y otra en un chispazo de los Aquino, aunque Barba y el colombiano Quintero no menguaron de nivel con respecto a la cita frente al Eibar. Rayaron la perfección. Cada uno en su registro, en sus pies el balón corrió ágil y siempre encontró una fuga limpia. Luego, no concedieron ni el 'uy' a sus parejas de baile. Antes del final del primer acto, poco considerado con la grada, volvió a tener otra ocasión Castro, tras una nueva punzada de Rubén García, pero el canterano no maniobró bien dentro del área y el balón cambio de dueño.

Tras el receso se personó el Sporting con otra cara, salvo la de Rubén García -jugó sus primeros noventa minutos y terminó con una sobrecarga-, y una velocidad distinta. El balón fluía al ritmo frenético que imponía Nacho Méndez, impulsado por Pedro Díaz y Cristian. El imberbe centrocampista luanquín, único en su especie, cambió la cara al equipo y dio un magisterio de serenidad, controles orientados y pases sin apenas fallo. Mientras, Babin recibía el indulto de Paco Herrera, a la espera de acontecimientos, y se alineaba con Juan Rodríguez en el centro de la zaga. Cantó bingo, no obstante, el Racing después de que Heber transformara un penalti salido de un toque de Lillo al extremo dentro del área.

Ofensiva de Pedro Díaz

Con esta nueva trama, el Sporting buscó la embestida, pero el Racing se movía bien en el orden. Tras una revuelta de Rubén García ante varios defensas cántabros, Nacho Méndez conectó un buen cabezazo y Raúl Domínguez estiró todo su cuerpo para apagar el incendio con dos dedos. Pedro Díaz aumentó la carga, con el Sporting descamisado en ataque. El canterano se asomó el balcón del área del Racing, buscó posición de disparo y enfocó lo suficiente como para meter el susto en el cuerpo al exguardameta rojiblanco. Aunque el partido seguía soso.

Solo se pudo restablecer el equilibrio en otra tentativa de los futbolistas de Paco Herrera. Un balón escupido por la defensa del Racing cayó en los pies de Pedro Díaz. El canterano alumbró un disparo a portería que impactó en un brazo de Granero. Viguera, seguro en su latigazo, venció a Raúl Domínguez desde el punto de castigo. Pudo coronarse en casa el canterano Nacho Méndez, un rato de fútbol más adelante, en una exquisita maniobra de fino relojero en la que se giró para buscar el pateo con la derecha y el balón fue salpicado por el poste. Animado el encuentro en su recta final, no hubo margen para más alegría en un bolo clásico de verano.

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